sábado, 20 de septiembre de 2008

«He vivido mi propia 'pasión turca'»

Esta joven vizcaína se casó en tres meses con un estudiante que conoció durante unas vacaciones en Estambul.

Antonio Gala publicó en 1993 'La pasión turca'. Vicente Aranda la llevó a la gran pantalla al año siguiente y la bilbaína Lara Zabala la experimentó en primera persona en el verano de 2005. Emulando a Ana Belén, encontró el amor a orillas del Bósforo. Como en la novela. Como en el cine. Una vida de película. «En este país, yo he vivido mi propia 'pasión turca'», reconoce la joven.
Afincada desde hace dieciocho meses en Estambul y ya casada, a sus 28 años aún no acaba de creerse lo mucho que ha cambiado su vida desde aquellas vacaciones. Todo arrancó cuando se embarcó en la aventura de conocer otras culturas. «La culpa es de Internet. Compartía piso en el Casco Viejo con una chica italiana, y su novio me habló de hospitality.org, una organización que pone en contacto a personas dispuestas a alojar en su casa a otras que quieran visitar la ciudad». Así que, ni corta ni perezosa, se decidió a participar y acogió a varios extranjeros en su vivienda.
Sin embargo, aquel agosto de 2005, harta de ser la anfitriona, comenzó a viajar. Y Estambul era el destino «ideal». Contactó con Ozan, un estudiante turco que durante una semana le abrió las puertas de su apartamento... y su corazón. Acabaron viviendo un intenso romance que Lara no olvidará jamás.
A partir de este momento, todo fue muy deprisa. Decidieron no separarse. «Nuestra primera intención era vivir en España, pero Ozan necesitaba un visado y sólo hay dos formas de conseguirlo: o con una oferta de trabajo o casándote con una española». Así que en tres meses la pareja ya era un matrimonio. «Y tan pronto como la embajada comprobó que no era una unión de conveniencia, nos instalamos en Bilbao». De nuevo en casa.
No obstante, al poco tiempo se toparon con una dura realidad. «A pesar de tener dos carreras y hablar varios idiomas, Ozan sólo encontró empleo en una hamburguesería», se lamenta. Así que, después de intentarlo durante año y medio, decidieron probar suerte en Turquía. «Dejé atrás a mi familia, los amigos, el piso y un empleo estable en una asesoría para comenzar una nueva vida». Tomó una decisión muy valiente y, por fortuna, las cosas le han salido a pedir de boca.
Negocio de moda turca
Al contrario de lo que pueda parecer, la adaptación no fue complicada. «La gente es muy abierta. Además, he descubierto mi vocación: la enseñanza. Soy profesora de español en una academia», explica en conversación telefónica desde Estambul. Su tiempo de ocio lo pasa estudiando turco, un idioma que aún no domina. «He mejorado el acento y la pronunciación viendo los culebrones locales, y saber euskera también me ha venido muy bien porque tienen una estructura gramatical muy similar», detalla.
En cuanto al choque cultural, admite haber tenido «bastante suerte», ya que Ozan y su familia, aunque son musulmanes, «tienen una mentalidad muy occidental, con lo que mis costumbres no han variado mucho». De hecho, en estos tres años ha comprobado que Estambul es una ciudad cosmopolita en la que conviven de manera pacífica culturas y religiones muy dispares. «Las calles están llenas de turcos iraníes, iraquíes, kurdos y también muchos turistas. Por ejemplo, en el autobús puedes sentarte al lado de una mujer con velo o de una chica turca rubia oxigenada a lo París Hilton», describe.
De cara al futuro, Lara es optimista. Emprendedora por vocación, acaba de iniciar un negocio de exportación de ropa turca para venderla en un comercio que su familia tiene en Sopelana. «Es que cuando mi madre y mi cuñada venían de visita se sorprendían de los precios y tuvieron la idea de abrir la tienda», explica.

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