lunes, 1 de junio de 2009

Desde Estambul

Una ciudad atractiva que por la mañana te permite estar en Asia y por la tarde en Europa. Me pregunto qué turco llamó a Cali la ‘Sultana del Valle’.

En el país de Ali Baba y los 40 ladrones ya no quedan ladrones sino fanáticos, y quien cometa una infracción, por mínima que sea, corre el riesgo de pasar el resto de su vida en una cárcel. Los delitos en Turquía no son faltas sino irrespeto al honor y su castigo es más moral que penal, pues el rechazo de una sociedad al delincuente perjudica más que una sanción impuesta por la ley.

Estambul es una ciudad bella y evocadora. Su tiempo no se detuvo en 1453 con la toma de Constantinopla por los turcos otomanos ni siquiera en 1922 tras la abolición de los sultanatos. No ha perdido un ápice de su interés romántico motivado por el escaparate de civilizaciones hititas, asirios, romanos, helenos, mongoles, bizancios, sino que tras la modernización de Kamel Ataturk el país es otro cuento y se sienten orgullosos de mezclar los modelos económicos occidentales y orientales y la convivencia entre el laicismo e islamismo, anteponiendo la libertad individual sin rasgar las voluntades colectivas.

Estambul es embrujadora. Tiene 15 millones de habitantes y más de 90 kilómetros de extensión. Cuenta con 2.500 mezquitas, 257.000 cafés, 105.000 bares. Todos viven entre el café, el te y la charla. Es una ciudad tan atractiva que por la mañana te permite estar en Asia y por la tarde en Europa.

La rivalidad entre Estambul europeo y Estambul asiático es tan deportiva que cuando se enfrentan 'los europeos' del Galatasaray con los 'asiáticos' del Fenerbahce la Policía cambia de indumentaria para que sea identificada por ambos equipos.

No es fácil distinguir los rasgos físicos de los turcos. Hay rubios, indios, blancos, pero no se ven negros. Los hombres visten al estilo occidental pero las mujeres contrastan sus tradiciones musulmanas entre el shador y la minifalda. Su lengua, aunque utiliza el alfabeto latino, no la entiende ni Mandrake, pero como tienen herencia italiana, su lenguaje corporal y gestual los hace encantadores, sobre todo a la hora de regatear los precios, que en Turquía es un arte.

Visitando las mezquitas de los sultanes~Sultán Ahmed, Ahmid, Hanni, donde antes de entrar hay que quitarse los zapatos, compruebo que han sido los más grandes mujeriegos de la humanidad. En el Palacio de Topkapi se conservan los reclusorios de más de mil concubinas que debían atender los requerimientos de un solo sultán. Las esclavas se esmeraban en ser las favoritas y darle un hijo. Y mientras recorría el palacio, envidiaba al sultán y me preguntaba quién fue el ingenioso turco que llegó a Cali y le encontró parecido con un sultán, para llamarla 'La Sultana del Valle'.

Nuestro cónsul y embajador en Estambul no aparecen. No los he visto. Y cuando llamo a la embajada me dicen que están celebrando las fiestas colombianas, y como existe una diferencia de ocho horas, es probable que por razones de horario no trabajen ni de noche ni de día. Son nuestros diplomáticos de carrera...

Mañana salgo a París. Me llevo al Philosophe de Rozo... A bientot!