lunes, 28 de mayo de 2012

Dime como viajas. "En Estambul hay que conocer la iglesia Santa Sofía"

Esta ciudad antiguamente conocida como Constantinopla a lo largo de su historia fue capital del imperio romano, bizantino y otomano, y conserva esos testimonios en mezquitas, iglesias y palacios El Gran Bazar es ideal para adquirir desde una lámpara hasta exóticas especias | El Nacional El humorista venezolano Laureano Márquez tuvo la oportunidad de viajar hace cinco años a Estambul, con el fin de acompañar y recolectar fondos para la Fundación Senosayuda. Esta ciudad antiguamente conocida como Constantinopla a lo largo de su historia fue capital del imperio romano, bizantino y otomano, y conserva esos testimonios en mezquitas, iglesias y palacios. Lo mejor Sinceramente lo que más me agradó fue conocer la iglesia Santa Sofía, el acueducto de Valente, el Hipódromo Romano y el palacio de Topkapi. Lo peor Los taxistas y la moneda. Digo la moneda porque en ese momento le habían quitado unos ceros y los billetes eran de las dos denominaciones y los taxistas se aprovechaban de eso para robarlo a uno. De resto, todo me gustó bastante. ¿Dónde quedarse? Hay varios hoteles, pero uno en particular que me gustó bastante. En él se quedaba Agatha Christie y todavía está la habitación de ella. Se llama Pera Palace Hotel. Un lugar para pasear Está el cuerno de oro y la Mezquita Azul. Otra de mis recomendaciones es navegar el estrecho del Bósforo y visitar la iglesia Santa Sofía. ¿Dónde comprar? En el Gran Bazar. Es el más grande de Estambul y uno de los más importantes del mundo entero. ¿Qué comprar? Alfombras, artesanía, lámparas turcas y todo tipo de especias (naturalmente en el bazar de las especias). ¿Estambul o Caracas? Caracas siempre. No cambio a Caracas por nada del mundo. Yo nací en Maracay y también soy maracayero, pero Caracas no tiene comparación. Una anécdota simpática "Me fui a cortar el cabello y estaba un peluquero turco que no hablaba español, y yo no hablaba turco. Más o menos le indiqué y le hice señas de que me cortara el cabello. Cuando me terminó, me limpió las orejas con alcohol y le prendió fuego con un yesquero para quemarme los vellos de las orejas. Yo pensé que era un acto de suicidio colectivo. No hice nada, ni dije nada tampoco, porque al parecer es una cosa muy común allá. Me quedé callado. Esperé la muerte plácidamente, pero no me morí".

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