sábado, 2 de octubre de 2010

Turquía: el largo camino de la europeización

La Habana, (PL) Turquía ha tenido que desandar un largo y escabroso camino que ya suma varias décadas en el intento de adherirse definitivamente a la Unión Europea (UE) como miembro de pleno derecho.

Mucho ha llovido desde que en 1963 la Comunidad Económica Europea, antecesora de la UE, suscribiera el tratado de asociación con el estado turco denominado Acuerdo de Ankara.

Un protocolo adicional fijó en 1970 los objetivos de la sociedad fortaleciendo las relaciones comerciales y financieras entre la eurozona y Turquía con la instauración de una Unión Aduanera.

Por años, la entrada de ese país a la UE como miembro pleno ha sido motivo de encendidas controversias que aún no dejan ver la luz al final del túnel.

Naciones como Alemania y Francia han ofrecido una férrea resistencia que fundamentan con la idea de que sería más conveniente conceder a Turquía un estatuto de asociación privilegiada y nada más.

El temor a un aumento de la inmigración turca y el consiguiente incremento de la influencia islámica dentro la zona cuentan entre las razones que esgrimen Berlín y París.

La oleada xenófoba que se vive en algunos de los países de la UE donde han ganado terreno partidos de extrema derecha tampoco le pone fácil el asunto a la candidatura turca.

Sin embargo, expertos advierten que la verdadera razón se encuentra en el hecho de que Turquía cuenta ahora con unos 72 millones de habitantes y para 2015 se espera que su población rebase la de Alemania.

De entrar a la UE, Ankara tendría en sus manos el poder de decisión en no pocas instituciones europeas gracias a su enorme población de derecho, lo que para algunos representa una amenaza.

Atendiendo al criterio de los analistas, más allá de consideraciones de índole religioso o racial, la oposición a la adhesión turca constituye, ante todo, un problema político.

Con la mira en Occidente

La aprobación de enmiendas constitucionales a inicios de septiembre constituye un importante paso con rumbo a la integración ya que zanja varias de las exigencias hechas por los 27 al gobierno de Turquía.

El 58 por ciento del electorado turco aprobó en referéndum, entre otros, la eliminación del factor militar de la Constitución y la ampliación de los derechos de sectores desfavorecidos.

Recep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía, celebró la aprobación de las enmiendas por considerar que las mismas hacen traspasar al país el umbral hacia una democracia avanzada con la mira en Occidente.

El canciller español, Miguel Ángel Moratinos, estimó que la consulta fue extremadamente positiva y demostró el compromiso modernizador y la vocación europeísta de Turquía.

Moratinos confió en que en lo adelante sean superadas las reticencias de algunos miembros de la UE con respecto a la incorporación plena.

Pero para promover la apertura de las negociaciones previstas para 2014 sobre el eventual ingreso de Turquía, el grupo comunitario impone aún otras condiciones.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, señaló diferencias culturales y un cambio de actitud hacia ese país como obstáculos que frustran las ambiciones turcas de unirse al bloque.

La inserción de esa nación, que tiene en la UE a su principal socio comercial desde el establecimiento de la unión aduanera en 1996, vuelve a preocupar a los países comunitarios, enfrentados a la polémica.

Supuestas violaciones de los derechos humanos y fricciones con Chipre, un miembro de la UE que Turquía no reconoce, cuentan entre los escollos que deberá superar Ankara.

De cualquier forma, la UE no es ajena a las transformaciones internas que tienen lugar en ese país, las que fortalecen su papel geopolítico a nivel regional con una significativa influencia económica.

Según fuentes oficiales, los empresarios turcos controlan en Europa empresas y fábricas que suman un total de 500 mil empleados cuyas facturaciones rondan los 51 millones de dólares.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico prevé que para el año 2050 Turquía, que crece a un ritmo de cinco por ciento anual, ocupará el segundo lugar entre las economías europeas.

(*) La autora es periodista de la Redacción Europa de Prensa Latina

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