martes, 24 de marzo de 2009

Foro del Agua en Estambul. Una de cada cuatro personas no tiene acceso al agua potable.

Estambul. El V Foro Mundial del Agua, que se clausuró en Estambul, fracasó con la posibilidad de establecer como un derecho humano el acceso al agua potable.

Las negociaciones entre las delegaciones de los 150 países asistentes se intensificaron durante los últimos días de la cita turca, pero finalmente, y a pesar de que todos los países coinciden en la necesidad de avanzar en el acceso al agua, reconocerlo como un derecho humano tendría consecuencias políticas en cada país, por lo que finalmente la idea sólo quedó expuesta en el anexo de la declaración final de la cumbre. Así, por ejemplo, dentro del grupo de la Unión Europea, España, Alemania y Holanda estaban a favor de declararlo como un bien de derecho humano, mientras que Francia, país donde están radicadas las mayores compañías del sector hídrico, era contraria a esa declaración y prefería dejarlo como está ahora, esto es, como una necesidad básica, opción que también apoyaron Estados Unidos y Brasil.El anexo donde quedó recogido fue firmado por 19 países, entre ellos España, que se comprometen a realizar las acciones necesarias para la implementación progresiva de ese derecho. Una propuesta considerada insuficiente por las organizaciones ecologistas presentes en el V Foro Mundial del Agua, para las que hacer efectivo este derecho es un requisito imprescindible en la satisfacción de otros derechos humanos, como el derecho a la salud y a la alimentación. En este sentido, con motivo de la celebración del Día Mundial del Agua, la ONG Acción contra el Hambre recordó que una de cada cuatro personas (cerca de 1.400 millones en todo el mundo) no tiene acceso al agua potable y una de cada tres (2.400 millones) no tiene acceso a saneamiento, según datos de la Organización Mundial de la Salud.

martes, 17 de marzo de 2009

Foro mundial del agua (Estambul, 16 al 22 de marzo de 2009)

El 5° Foro mundial del agua se llevará a cabo del 16 al 22 de marzo en Estambul. Esta manifestación, que reunirá a unos 20 000 participantes, es la más importante del sector del agua. Asociaciones, ONG y empresas privadas discutirán con los representantes de los gobiernos, de los parlamentarios y de los representantes locales de elección popular en torno al tema “subsanar las diferencias debidas al agua” y con miras al cumplimiento de los “Objetivos del milenio”. Una declaración intergubernamental será firmada en tal ocasión, así como un “Consenso de Estambul para el Agua” al que se sumarán las municipalidades participantes.

Francia estará representada en las personas del Ministro de Estado para el medio ambiente, la Secretaria de Estado para la Ecología y el embajador delegado para el Medio ambiente. Se espera a más de 300 participantes franceses de todos los ámbitos profesionales, reunidos en el seno de la Cooperación francesa para el agua y portadores de mensajes comunes.

Francia, con más de 350 millones de euros de compromisos bilaterales aprobados en 2007 y más de 100 millones anuales de contribuciones multilaterales a favor de acciones para el agua y el saneamiento, así como el manejo integral de los recursos acuíferos, se encuentra entre los cinco colaboradores más importantes.

El Ministerio de Asuntos Exteriores y Europeos está particularmente activo en torno a varios temas prioritarios de la estrategia interministerial para el sector del agua de la que coordina la implementación:

Invertir en el saneamiento y la higiene para recuperar atrasos, así como valorar los beneficios de un saneamiento mejorado sobre la salud, sobre el entorno, para el desarrollo económico.

Fortalecer las capacidades de acción de las autoridades locales responsables de los servicios de agua y de saneamiento para dar a todos un acceso al agua potable y el saneamiento, la cooperación descentralizada es uno de estos medios.

Privilegiar la escala de las cuencas en el manejo de los recursos acuíferos para tomar en cuenta todas las necesidades: compartir los recursos compartidos entre varios países requiere una cooperación técnica y política cada vez mayor.

Desarrollar la educación y la formación profesional en el sector del agua: es necesario también seguir mejorando las herramientas y mecanismos nacionales e internacionales de seguimiento y evaluación.

domingo, 15 de marzo de 2009

El AVE turco habla español

Entra en servicio en Ankara la primera línea de alta velocidad con trenes de CAF

El recién inaugurado tren rápido entre Estambul y Ankara descarriló en julio de 2004 en una zona montañosa de Anatolia cuando circulaba a más de 120 kilómetros por hora: murieron 28 personas. Los gobernantes turcos fueron conscientes entonces de que sus anticuadas infraestructuras ya no soportaban las necesidades de comunicación de un país de 72 millones de habitantes y en pleno crecimiento.

En vísperas de unas decisivas elecciones locales, el primer ministro turco, el islamista moderado Recep Tayyip Erdogan, se sentó el pasado viernes en la cabina de conducción de un tren de tecnología española para inaugurar la primera línea de alta velocidad de Turquía. Doce trenes de seis vagones fabricados por Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF) en Beasain (Guipúzcoa) por un importe de 220 millones de euros prestarán servicio entre Ankara y Eskisheir (245 kilómetros al oeste de la capital turca) con una velocidad máxima de 250 kilómetros por hora. El trayecto, que hasta ahora se recorría en unas tres horas, se cubrirá en apenas 80 minutos.

"Éste es el primer tramo en la estratégica línea de alta velocidad Estambul-Ankara", precisa Ender Arat, embajador de Turquía en España. "Le seguirán otras tres líneas ultrarápidas para enlazar las principales ciudades".

La TCDD, la compañía estatal de ferrocarriles de Turquía, ha estrenado las primeras unidades de alta velocidad producidas en España que operan en el exterior. Tras culminar la línea hasta Eskisheir -en cuya obra civil ha participado la también española OHL, con un presupuesto de 740 millones de euros- las obras del tramo restante hasta Estambul, adjudicada a una empresa China por 1.300 millones de euros, tropiezan con grandes obstáculos en un accidentado el terreno, que exige la construcción de grandes túneles y viaductos para que los trenes puedan cubrir los 530 kilómetros que separan a Ankara de la antigua capital otomana en apenas tres horas.

"Pero todo depende de la terminación del proyecto Mármara: el túnel submarino que enlazará Europa y Asia bajo el estrecho del Bósforo", advierte Arat, antiguo asesor diplomático de Erdogan. "Entonces será posible viajar en el mismo tren desde Londres hasta Pekín". El túnel ya ha sido excavado por una empresa de ingeniería japonesa y han comenzado los trabajos de revestimiento para que pueda entrar en servicio a finales de 2010 o comienzos de 2011. "Las obras se han retrasado por los continuos hallazgos arqueológicos", reconoce Arat. Durante la construcción de la estación de Yeni Kapi, en la parte europea de Estambul, salió a la luz un antiguo puerto bizantino oculto.

El Gobierno de Ankara licitará dentro de un mes la construcción de la nueva línea Ankara-Konya, junto a la adjudicación de otros seis convoyes de alta velocidad. También prepara el pliego de condiciones para la línea Ankara-Sivas, que contará con 17 nuevos trenes, y aún están en proyecto las líneas Ankara-Esmirna y Estambul-frontera con Bulgaria.

CAF cuenta con una cartera de pedidos de 4.100 millones de euros, un 50% de los cuales corresponde a contratos en el exterior. La empresa española recibió también la adjudicación de 14 unidades de tranvía para la ciudad de Antalya, en la costa mediterránea del sur de Turquía, y de 33 trenes de cercanías para la red metropolitana de Esmirna, en la costa del Egeo. "En total, sumamos un volumen de negocio de 400 millones de euros en Turquía", asegura un portavoz de la compañía. "Tenemos la tecnología y estamos orientados hacia la exportación". Además de sus proyectos en Turquía, CAF tiene pedidos en Argelia, Reino Unido, México, Chile, Brasil, Italia, Arabia Saudí e India.

Cuestas, las de Estambul

Cada vez que se me fastidia una pierna pienso en las mejores cuestas de mi vida. Hoy he despertado con una fijación por las subidas y bajadas de Estambul, y he dado gracias a quien sea porque durante mi última visita reciente –una invitación para charlar en el animadísimo Instituto Cervantes de allá propició un par de inolvidables días– pude trotar arriba y abajo por sus zocos menos conocidos, sus callejas más auténticas. Pienso en todo ello porque, además, en estos momentos se exhibe en Madrid una muestra del fotógrafo Francisco Mas Manchón, que refleja Estambul, su Estambul, esa ciudad que siempre imagino y recuerdo tal como él la ve, en blanco y negro. Es en Ultravioleta, Escuela de Fotografía, y dura hasta el 2 de mayo la exposición. No se la pierdan. Estambul tiene muchos turistas, pero menos amantes profundos de lo que debiera. Es una ciudad intensa, dulce, dura, fuerte, amable, recia. Una ciudad que no está para cuentos. Hay que meterse dentro, y eso no te lo permite con facilidad. Yo la paseo cuanto puedo, con la ayuda de Angelita y de su grupo de amigas españolas y de amigos turcos, y con Antonio, con la gente que les rodea.

Luego te caes, te descacharras en cualquier lugar sin interés exótico, y se acabó Estambul, por el momento. Pero has tenido suerte y no te has roto la cabeza. Recuerdas. Trepas y te deslizas por las cuestas de la memoria. Y eso ayuda a superar las miserias del cuerpo.

Estambul, pues. Blancos, grises, negros. Sombras, seres, vapor. La lumbre de un puesto ambulante de sardinas, los espetones como armas de caballero, las manos atareadas de los hombres, buscando el amparo de la lumbre. Rostros de currantes, de ciudadanos atareados. Mujeres que se afanan. En el zoco que va a dar al mercado de las especias se desarrolla –se desenvuelve, como si fuera un rollo de papel de aluminio– un espectáculo que alela las pupilas. En esos comercios en donde la gente de verdad adquiere aquello que en verdad necesita –y en donde el viajero puede encontrar candados, bufandas, yo qué sé: utensilios poco glamorosos, pero tan indispensables como la vida, o las rodillas–, el espectáculo de la cotidianidad deslumbra. Los maniquíes de cartón/yeso, tales que aquellos que en mi infancia lucían “un traje Casarramona de Primera Comunión es para todos los niños su más querida ilusión”, permanecen en las aceras, vestidos con indescriptible formalidad. Las niñas, con miriñaques similares a los que lucíamos cuando éramos comulgantes. Los niños, hechos unos marquesotes, algunos hasta con bigotes pintados, ornando primorosas boquitas de picaflores. Si no fuera porque no deseo turistas en ese zoco, sino visitantes, sino viajeros, les recomendaría que le dedicaran tanto interés por lo menos como a la Suleimaniyya.

De mezquitas –las reinas–, paisajes, mares, estrechos, bósforos y mármaras empezaba yo el día con los ojos repletos, pues pusieron a mi alcance un hotel que sí recomiendo encarecidamente pues: no es caro, tiene encanto, es pequeño, el personal es encantador, las habitaciones son cómodas, tiene bar y restaurante… pero, por encima de todo, posee un techo de cristal desde cuyo interior se puede desayunar y sentir que Estambul te rodea, te abraza, te sorprende. Se llama hotel Adamar y no tengo en él más interés que el que sentimos cuando descubrimos algo apreciable y digno de recomendar. Está en una cuesta –como debe ser, en Estambul–, en la calle Yerabatan, barrio de Sultan Ahmet. Durante ese par de días en que recibí la hospitalidad del Cervantes y el calor de mis amigos –mando un beso a Nicolás y al grupo de lectura de allá, que tan activo se muestra; y al encantador muchacho que discutió conmigo–, Estambul, en donde hacía un frío siberiano, no pudo resultar más hogareña.

Regreso con la ternura del recuerdo a aquel narguile que fumamos tú y yo, Antonio, en el lugar al que llegué con tu mujer, subiendo escalones empinados que algún día volveré a pisar. Y recuerdo al camarero que nos atendió, y al orgullo que sentía por ver su establecimiento, tan cotidiano, tan de ellos, visitado por tres extranjeros.

MARUJA TORRES 15/03/2009

domingo, 8 de marzo de 2009

Estambul Torres y alminares

«Si la Tierra fuera un sólo estado, Estambul sería su capital», Napoleón Bonaparte. «Mezquitas con enormes alminares que se perfilan sobre el color azufre del atardecer», Pierre Loti. «Mano antigua cubierta de anillos tendida hacia Europa», Jean Cocteau. Tres formas de definir esta ciudad entre las infinitas posibles. Desde la rotundidad del emperador y el apasionamiento del romántico, hasta la ambigüedad del polígrafo y cineasta.
Oriente y Occidente, dos puntos cardinales. Asia y Europa, dos continentes. Mármara y Negro, dos mares. Costantinopla y Estambul, dos nombres. Torres y alminares, dos símbolos del poder y de la fe. Eterna dualidad de una ciudad eterna. Constante ambivalencia de la más oriental de las ciudades occidentales (y viceversa).
Estambul es una mixtura sin divisiones claras. Una imprecisión mil veces definida por propios y extraños. Y entre los propios destaca el escritor Orhan Pamuk, premio Nobel en 2006, cuya obra refleja la yuxtaposición de las tradiciones orientales con las occidentales, la añoranza por un pasado perdido y anhelo por la modernidad inalcanzada. Otro ejemplo es el cineasta Fatih Akin, director y guionista de «Cruzando el puente», una lúcida aproximación a la música y la sociedad actual turca que ,como el mismo Akin -un «kanak» nacido en Berlín de padres turcos- es la fusión de dos culturas.
No debe extrañarnos, pues, que la capital de los sultanes otomanos vaya a ser el año que viene la capital cultural de Europa. Como a nadie extraña que Anatolia (Çatalköyük), el corazón de Turquía, haya sido una de las cunas de la civilización occidental.
Mezcla respetuosa y enriquecedora que queda patente en la mezquita de Kariye, antigua iglesia de San Salvador de Chora, un macizo edificio bizantino que el gran visir Atik Ali Pacha salvó de la quema y al que mandó añadir un alminar. O en la Mezquita Árabe, antigua iglesia de San Pablo.
Y qué decir de Santa Sofía, símbolo de la ciudad, antigua basílica cristiana construida en el siglo VI por el emperador Justiniano I, y que los turcos, nada más tomar la ciudad en 1453, convirtieron en mezquita sin apenas tocarla y con la adición de cuatro alminares.
Porque torres y alminares son una constante en el paisaje estambulita. Las torres representando el alma occidental de la ciudad, los alminares, la oriental.
Y entre las torres de Estambul hay una clara reina, la de Gálata. Vista desde la ciudad antigua casi se solapa con la torre del hotel Mármara Pera de 19 pisos. Esta del siglo XX, la otra del XIV, cuando los genoveses reconstruyeron allí una atalaya anterior. Torre circular coronada por una caperuza cónica, sirvió sucesivamente como baluarte de la ciudad amurallada occidental -frente a la ciudad bizantina del otro lado del Cuerno de Oro- cárcel y observatorio de vigilancia contra incendios y del movimiento portuario.
Mirador abalconado
Hoy es una atracción turística de primer orden. Al mirador exterior abalconado, situado a 62 metros de altura, se puede acceder por una escalera de caracol de 143 escalones o en ascensor. La vista en panorámica de 360 grados sobre la ciudad es uno de los imprescindibles de Estambul.
Entre los alminares -minarete es un galicismo que hay que evitar- la cosa está más reñida. Hay tantos que el turista tiene difícil encontrar un ángulo en el que la cámara no capte alguno.
El alminar (de «al manara», el faro) es una torre situada junto a la mezquita desde la que el almuédano o muecín realiza el «adhan» o llamada a la oración cinco veces al día. Hoy, en la mayoría de sus balconcillos hay altavoces desde los que se difunde la llamada previamente grabada. Hasta tal punto son símbolos del islamismo -como los campanarios pueden serlo del cristianismo- que la extrema derecha suiza ha promovido iniciativas para que sea prohibida su construcción en el país helvético.
Y entre todos los alminares de Estambul permítanme que me quede con los de la mezquita de Solimán el Magnífico. No es que desprecie los de la Mezquita Azul, que tiene seis cuando lo normal es no sobrepasar los cuatro, pero los construidos por el gran arquitecto Sinan en el siglo XVI en una de las nueve colinas que domina Estambul son el epítome de la arquitectura otomana. Cilindros como cohetes apuntando al cielo, esbeltos y con tejado cónico. Aspecto este último que los vincula con la Torre de Gálata. De nuevo la dualidad de Estambul